La naturaleza suele ser terapéutica. En contraste con la ciudad, donde las multitudes y el tráfico pueden generarnos agobio, la naturaleza tiene en nosotros un efecto regenerador y calmante. Caminar por espacios abiertos en el campo o el monte, o si lo deseamos montar en bici, resulta una actividad física muy beneficiosa para la salud. Es muy entretenida porque se puede practicar en compañía. En el campo o en la montaña, está demostrado que los entornos naturales aportan beneficios al cuerpo y la mente.
Hay que salir de la rutina y acercarnos a la naturaleza: en el monte, en el río, etc. El contacto con la naturaleza, mirar los árboles, contemplar un paisaje montañoso, sentir el viento o escuchar cómo suena el agua, nos permite recobrar la armonía perdida por el estrés, mejora nuestro estado anímico, y agudiza la concentración y la memoria.
La mejor opción es caminar y perdernos en la naturaleza: las mejores partes de la naturaleza sólo se pueden experimentar a pie, sumergiéndonos en su paz y belleza. Una caminata nos aporta flexibilidad, resistencia y fuerza. Nuestras piernas se fortalecen, la circulación sanguínea mejora, se refuerza nuestro ritmo cardíaco y nos da una dosis de vitalidad y energía.
Salir a pasear por el campo y el monte en un día soleado nos da un aporte extra de vitamina D gracias al sol, fortaleciendo así nuestro sistema óseo, es decir, nuestros huesos. Si nos preocupa nuestra figura, andando podremos quemar las calorías sobrantes.
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