En noviembre de 1128, el rey Alfonso VII contrajo matrimonio con Berenguela Berenguer, hermana del conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, en Saldaña. El autor Abelard Tona lo exolica así:
"la boda se celebró en el viejo castillo de Saldaña, en el valle del río Carrión, en tierras leonesas, en el mes de noviembre de 1128. Por el momento, sus piedras doloridas parecían sonreír. Allí había muerto, hacía dos años, la reina madre, doña Urraca; según la fama, de un parto adulterino; y la leyenda le señalaba como escenario de historias sombrías. Sin embargo, esta noche los fantasmas, si los había, se escondieron indignados porgra la gran tambola que se armó. La plaza del castillo se abrió al pueblo desde la mañana y, durante todo el día y la noche, hubo bailoteo, cantadas y algarabía avinetada. Y mientras los rústicos se plasmaban, en la cámara real se conocían Alfonso y Berenguer. al día siguiente se extendió, en el alféizar de una ventana, la sábana del nupcial, con el testimonio de la doncella de la reina. Y el pueblo, muy tranquilizado, se dispersó y se encargó de hacer correr la buena nueva. Y el rey se enamoró de su esposa -cosa rara entre reyes- porque, además de firme, era casta y amante de la verdad.
Por lo que razón -cuenta la Historia compostelana-, cuando murió el papa Calixto II, tío de Alfonso VII, y le sucedió Honorio II, rey vivió momentos de desasosiego. Se habría recelado que el nuevo pontífice le enviaría el legado Humberto, con instrucciones para tratar en un concilio de apartarle, por causas de parentesco, de Berenguera. No se sabe cuál era este parentesco, ni cómo Alfonso resolvió el conflicto, todo podría ser una de tantas fábulas de la Historia compostelana, por confusión con hechos posteriores. Pero, cualquiera que sea la verdad, la supuesta inquietud de Alfonso refleja un concepto real, vivo en la tradición, que Berenguera era una mujer amada. Y quiere la fama que lo fuera durante toda su vida y que al morir, y que al morir, aunque el rey se casó en segundas nupcias con doña Rica, siempre se resintió de la desaparición de su primera mujer".
"la boda se celebró en el viejo castillo de Saldaña, en el valle del río Carrión, en tierras leonesas, en el mes de noviembre de 1128. Por el momento, sus piedras doloridas parecían sonreír. Allí había muerto, hacía dos años, la reina madre, doña Urraca; según la fama, de un parto adulterino; y la leyenda le señalaba como escenario de historias sombrías. Sin embargo, esta noche los fantasmas, si los había, se escondieron indignados porgra la gran tambola que se armó. La plaza del castillo se abrió al pueblo desde la mañana y, durante todo el día y la noche, hubo bailoteo, cantadas y algarabía avinetada. Y mientras los rústicos se plasmaban, en la cámara real se conocían Alfonso y Berenguer. al día siguiente se extendió, en el alféizar de una ventana, la sábana del nupcial, con el testimonio de la doncella de la reina. Y el pueblo, muy tranquilizado, se dispersó y se encargó de hacer correr la buena nueva. Y el rey se enamoró de su esposa -cosa rara entre reyes- porque, además de firme, era casta y amante de la verdad.
Por lo que razón -cuenta la Historia compostelana-, cuando murió el papa Calixto II, tío de Alfonso VII, y le sucedió Honorio II, rey vivió momentos de desasosiego. Se habría recelado que el nuevo pontífice le enviaría el legado Humberto, con instrucciones para tratar en un concilio de apartarle, por causas de parentesco, de Berenguera. No se sabe cuál era este parentesco, ni cómo Alfonso resolvió el conflicto, todo podría ser una de tantas fábulas de la Historia compostelana, por confusión con hechos posteriores. Pero, cualquiera que sea la verdad, la supuesta inquietud de Alfonso refleja un concepto real, vivo en la tradición, que Berenguera era una mujer amada. Y quiere la fama que lo fuera durante toda su vida y que al morir, y que al morir, aunque el rey se casó en segundas nupcias con doña Rica, siempre se resintió de la desaparición de su primera mujer".
